Villa
Rosita. El frío cala los huesos en este lugar, y en épocas de lluvia,
como las de ahora, la tierra se desliza, los carros no suben y su gente debe
ingeniarse la manera de movilizarse.
Hace 7 años Villa Rosita
tampoco contaba con un espacio para los encuentros de la comunidad. Los vecinos
lo consideraban necesario porque no tenían dónde ubicar un comedor para los
niños en el que pudieran darles un desayuno y un almuerzo calientes, y así no
se fueran al colegio con el estómago vacío.
Un sitio en el que los
pequeños tuvieran libros para consultar y poder hacer sus tareas. Algunas
madres todavía recuerdan las veces que sus hijos se perdieron o los atracaron
cuando decidieron ir a consultar la biblioteca Luis Ángel Arango, algo
importante para ellos, pero muy lejano a su residencia.
"Nosotros no teníamos
dónde reunirnos, lo hacíamos a campo abierto. Por eso se vio la necesidad de
mirar a ver cómo hacíamos para adquirir un espacio de reunión. Tuvimos la
oportunidad de conocer unos personajes que trabajaban en la Embajada Británica
y de ahí surgió el apoyo que nos hicieron para la construcción del salón
comunal", cuenta Elizabeth, quien ha sido motor de la movilización en este
barrio.
La Embajada Británica donó
23 millones de pesos en materiales a los habitantes de Villa Rosita y ellos se
encargaron de la construcción. Al lograr ese sueño comenzaron a pensar en otro:
equipar la biblioteca y dar a la comunidad diferentes alternativas de
preparación.
Alfabetización y danzas
Muchos de los adultos de
esta zona no saben leer ni escribir y trabajan en lo que pueden: construcción,
ventas ambulantes y labores domésticas. Por eso, no tienen tiempo ni
conocimientos para ayudarles a los niños con las tareas.
"La idea era tener un
espacio de integración, de convivencia, y pensamos en tener una biblioteca.
Empezamos también a gestionar con nuestro lema 'Villa Rosita está de lectura y
conocimiento' y, pues, lo pudimos lograr", agrega Elizabeth.
Así, todo lo que ocurre en
este barrio pasa por el salón comunal.
Los talleres de alfabetización, danzas y ajedrez, por ejemplo, se dictan en el salón. También es aprovechado para los de agricultura urbana, que el Jardín Botánico les da a 17 mujeres y, por si fuera poco, para reunir a la comunidad cuando debe tomar decisiones importantes.
Los talleres de alfabetización, danzas y ajedrez, por ejemplo, se dictan en el salón. También es aprovechado para los de agricultura urbana, que el Jardín Botánico les da a 17 mujeres y, por si fuera poco, para reunir a la comunidad cuando debe tomar decisiones importantes.
"Estoy aprendiendo a
leer y escribir porque mis padres no me dieron escuela. Ellos tuvieron 14 hijos
y les dieron escuela solo a los mayores... Ahora ya puedo coger un bus porque
ya entiendo pa' dónde voy. Me ha servido harto el estudio y quiero seguir
estudiando", cuenta Ana Lote, uno de los adultos beneficiados con los
talleres de alfabetización.
Dos jóvenes de Misión
Bogotá son los encargados de ayudarlos con las tareas, atienden la biblioteca
que funciona de lunes a sábado. Los sábados además se exhiben películas en el
cineclub, y los domingos son las clases de danza para adultos y niños.
"Vengo a la biblioteca
al taller en el que nos enseñan sobre los derechos, como el derecho a
jugar", cuenta Ronald Castellanos entre risas.
ÁNGELA CONSTANZA JEREZ
EDITORA DE LA DIRECCIÓN DE RESPONSABILIDAD SOCIAL
EDITORA DE LA DIRECCIÓN DE RESPONSABILIDAD SOCIAL
El eco-barrio de Villa Rosita
El primer eco-barrio en
Villa Rosita, que empezó a funcionar gracias al decidido trabajo de la
comunidad y el respaldo de la Alcaldía local de Usme a través de la Unidad de
Asistencia Técnica y agropecuaria (Ulata), ha recibido toda clase de atención
de los medios de comunicación.
No se trata de un proyecto
macro, pero si todo un trabajo por preservar los recursos naturales. Es decir
el respeto mutuo entre habitantes y los cerros orientales.
Para lograr transformar
buena parte del sector a nivel participativo y ecológico, se escogieron dos
cuadras, donde la Ulata, realizó varios talleres de agricultura y la
propagación de especies nativas.
Además, la comunidad
también recibió el apoyo de la CAR y como parte de esta actividad todas las
casas se pintaron en verde y blanco, se instalaron varias materas, se sembraron
200 árboles y se realizó un pacto de borde. Cerca de cien personas que hicieron
parte de este proceso, residen en el borde de Cerros Orientales
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